Promotores del libertinaje sexual y no la Iglesia son responsables por proliferación de pederastia, advierten


LIMA, 26 Sep. 13 / 01:06 pm (ACI ).- Martín Santiváñez Vivanco, director del Center for Latin American Studies de la Fundación Maiestas, denunció que el "clima de corrupción sexual en el que vivimos", que ha causado la proliferación de la pederastia, no es culpa de los cristianos y la Iglesia, sino de "los grandes promotores del libertinaje sexual".


En el artículo de opinión titulado "La culpa es de los cristianos" publicado en el diario peruano Correo, Santiváñez Vivanco se refirió al caso del ex Obispo Auxiliar de Ayacucho, Gabino Miranda, el cual "ha sido aprovechado por los fariseos de siempre para apedrear a la Iglesia Católica".


"Si nos fijamos bien, los grandes promotores del libertinaje sexual, los que sostienen que ‘hay que dejar que la gente sea feliz haciendo lo que le dé la gana’, son los mismos que luego, cuando surgen las perversiones fruto del desenfreno, se rasgan las vestiduras y corren a culpar a los cristianos y a la Iglesia de lo que su propia laxitud ayudó a generar", criticó.


A continuación, ACI Prensa presenta el texto completo de la columna de Martín Santiváñez Vivanco:


"Vivimos en un mundo al que le gusta rasgarse las vestiduras cuando se trata el problema de las patologías sexuales, en especial, el de la pederastia. Estos días, por ejemplo, el caso de un obispo peruano ha sido aprovechado por los fariseos de siempre para apedrear a la Iglesia Católica.


Lo cierto es que la Iglesia, desde que el problema de la pederastia se transformó en una pandemia mundial, ha condenado una y otra vez a los pedófilos identificándose plenamente con las víctimas.


Así lo hicieron, en su momento, Benedicto XVI y también el papa Francisco. Lo mismo ha hecho el cardenal Cipriani, reafirmando la postura oficial de Roma: TOLERANCIA CERO, transparencia y aplicación estricta de la justicia. Porque esas son las ideas esenciales que se desprenden de sus últimas declaraciones y no las que tendenciosamente le atribuyen sus enemigos.


Ciertamente, la Iglesia también ha sido golpeada por este flagelo global. Sin embargo, lo que no dicen los enemigos del cristianismo, es que por cada sacerdote que ha incurrido en este delito abominable y macabro, hay mil que ejercen su apostolado con fidelidad, dando un testimonio ejemplar de entrega diaria, valiente y generosa.


En el fondo, los perseguidores de la Iglesia pretenden vincular el estado sacerdotal con la pedofilia, aunque saben muy bien que la epidemia global de la pederastia no está relacionada solo con los curas sino con toda la sociedad.


En efecto, sucede que cuando las desviaciones sexuales proliferan, los fariseos de siempre señalan con el dedo acusador a la Iglesia Católica repitiendo el viejo mantra pagano: "no llueve, la culpa es de los cristianos" (Pluvia defit, causa christiani sunt).


O sea, todo lo malo que pasa en el mundo es culpa de la Iglesia. Especialmente de los curas, de Cipriani y de la jerarquía eclesial.


Solo una mente sectaria es capaz de trasladar la culpa a la única institución que, contra viento y marea, navega en oposición a la corriente y predica desde hace dos mil años, al igual que su Fundador, la santidad de la vida sexual, la necesidad de la entrega en el Amor, la fidelidad conyugal y el celibato apostólico.


Es decir, lo opuesto a la podredumbre que sirve de caldo de cultivo al delito de la pedofilia. Si nos fijamos bien, los grandes promotores del libertinaje sexual, los que sostienen que "hay que dejar que la gente sea feliz haciendo lo que le dé la gana", son los mismos que luego, cuando surgen las perversiones fruto del desenfreno, se rasgan las vestiduras y corren a culpar a los cristianos y a la Iglesia de lo que su propia laxitud ayudó a generar.


No nos engañemos. Si la pederastia se ha extendido en el mundo es por el clima de corrupción sexual en el que vivimos, por la cosificación de la persona, por ese relativismo evanescente que es el signo de nuestro tiempo.


Y esto, por supuesto, no es culpa de los cristianos que practican su fe con heroísmo día tras día. Al contrario, ellos, los que resisten, los que saben que el sexo es una magnífica realidad sobrenatural, son la sal de la tierra y su mensaje, que sigue siendo el mismo de su Fundador, es lo único que puede transformar a bestias babeantes de flujos y deseos en seres humanos de verdad".


Etiquetas: Gabino Miranda, Absos sexuales



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