Un cristiano que no sea humilde y despegado del dinero no se asemeja a Jesús, dice el Papa

VATICANO, 28 Jun. 17 / 03:20 am (ACI).- En su última catequesis antes de las vacaciones estivales, el Papa Francisco habló de las virtudes que tiene que tener un verdadero cristiano, entre ellas la humildad y la pobreza, y puso de modelo a los mártires que dan su vida por el Evangelio.

Francisco afirmó que la “pobreza” es la primera indicación y recordó cómo Jesús envía a los suyos en misión. “Un cristiano que no sea humilde y pobre, despegado de las riquezas y del poder y sobre todo despegado de sí, no se asemeja a Jesús”.

“Los cristianos aman, pero no siempre son amados”, aseguró el Pontífice. “Desde el principio Jesús nos pone delante de esta realidad. En una medida más o menos fuerte, la confesión de la fe viene dada en un clima de hostilidad”.

La catequesis de esta última Audiencia General de los miércoles llevó por título “La esperanza cristiana es la fuerza de los mártires”.

“Los cristianos –continuó- son hombres y mujeres ‘contracorriente’. Es normal: porque el mundo está marcado por el pecado, que se manifiesta en varias formas de egoísmo y de injusticia. Quien sigue a Cristo camina en dirección contraria, no por un espíritu polémico, sino por fidelidad a la lógica del Reino de Dios, que es una lógica de esperanza, y se traduce en el estilo de vida basado en las indicaciones de Jesús”.

“El cristiano recorre su camino en este mundo con lo esencial del camino, pero con el corazón lleno de amor. La verdadera derrota para él o para ella es caer en la tentación de la venganza y de la violencia, respondiendo al mal con el mal”.

Además, “el cristiano sobre todo deberá ser prudente, a veces también astutos: estas son virtudes aceptadas de la lógica evangélica. Pero la violencia nunca. Para vencer al mal, no se pueden compartir los métodos del mal. La única fuerza del cristiano es el Evangelio”, afirmó.

Por otro lado, destacó que “en los tiempos de dificultad se debe creer que Jesús está delante nuestro, y no deja de acompañar a sus discípulos”.

“La persecución no es una contradicción al Evangelio, sino que forma parte: si han perseguido a nuestro Maestro, ¿cómo podemos esperar que se nos ahorre la lucha?”.

Y en medio “de las tribulaciones, el cristiano no debe perder la esperanza, pensando haber sido abandonado”, añadió.

“En medio de nosotros hay uno que es más fuerte que el mal, más fuerte que las mafias, que las tramas oscuras, más fuerte que quien se lucra de los que están desesperados, de quien aplasta a los otros con prepotencia”.

En definitiva, el Papa en su catequesis señaló que los cristianos “deben hacerse encontrar siempre en el otro lado del mundo, el elegido por Dios: no perseguidores, sino perseguidos; no arrogantes, sino mansos; no vendedores de humo, sino sometidos a la verdad; no impostores, sino honestos”.

Y “esta fidelidad al estilo de Jesús –estilo de esperanza– hasta la muerte, vendrá llamada por los primeros cristianos con un nombre precioso: ‘martirio’, que significa ‘testimonio’”.

El Papa reconoció que se podía haber llamado de otra manera como “heroísmo, abnegación, sacrificio de sí” pero “los cristianos de los inicios lo han llamado con un nombre que perfuma el discipulado”.

“Los mártires no viven para sí, no combaten para afirmar las propias ideas, y aceptan tener que morir solo por fidelidad al Evangelio”.

“El martirio no es el ideal supremo de la vida cristiana, porque más allá de él está la caridad, es decir, el amor hacia Dios y hacia el prójimo”.

El Papa también dijo que “repugna a los cristianos la idea de que los terroristas suicidas sean llamados ‘mártires’” porque “no hay nada en su fin que pueda parecerse a la actitud de hijos de Dios”.

“A veces, leyendo las historias de tantos mártires de ayer y de hoy, permanecemos sorprendidos frente a la fortaleza con la que han afrontado la prueba. Esta fortaleza es signo de la gran esperanza que los animaba: la esperanza cierta de que nada y ninguno los podía separar del amor de Dios que nos ha sido donado en Jesucristo”.

El Papa pidió al terminar que “Dios nos done siempre la fuerza de ser sus testimonios. Nos done el vivir la esperanza cristiana sobre todo en el martirio escondido de hacer el bien y con amor nuestros deberes de cada día”.

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