Santa Rosa de Lima y Gabriela Mistral en el viaje del Papa a Chile y Perú

El diario del Vaticano L’Osservatore Romano (LOR), publicó el poema titulado “Procesión india” de la escritora chilena Gabriela Mistral, que comienza con la mención a Santa Rosa de Lima, la primera flor de santidad del Perú, Patrona de América y Filipinas.

El poema, publicado por LOR el pasado 14 de enero, le pertenece a la escritora chilena que ganó el premio nobel de literatura en 1945.

Gabriela Mistral, seudónimo de Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, plasmó en distintos pasajes de su obra una perspectiva religiosa.

“Su obra lírica que, inspirada en poderosas emociones, ha convertido su nombre en un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano”, indicaron desde la organización del premio nobel cuando obtuvo el galardón.

A continuación el poema “Procesión india”, publicado por LOR:

Rosa de Lima, hija de Cristo y
Domingo el Misionero,
que sazonas a la América
con Sazón que da tu cuerpo:
vamos en tu procesión
con gran ruta y grandes sedes,
y con el nombre de "Siempre",
y con el signo de "Lejos".

Y caminamos cargando
con fatiga y sin lamento
unas bayas que son veras
y unas frutas que son cuento
el mamey, la granadilla,
la pitahaya, el higo denso.

Va la vieja procesión
en anguila que es de fuego,
por los filos de los Andes
vivos, santos y tremendos,
llevando alpaca y vicuña
y callados llamas lentos,
para que tú nos bendigas
hijos, bestias y alimentos.

Polvo da la procesión
y ninguno marcha ciego,
pues el polvo se parece
a la niebla de tu aliento
y tu luz sobre los belfos
da zodíacos ardiendo.

De la sierra embalsamada
cosas puras te traemos
y pasamos voleando
árbol-quina y árbol-cedro,
y las gomas con virtudes,
y las hierbas con misterios.

Santa Rosa de la Puna
y del alto ventisquero:
te llevamos nuestras marchas
en collares que hace el tiempo;
las escarchas que da junio,
los rescoldos que da enero.

De las puertas arrancamos
a los mozos y a los viejos
y en la cobra de la sombra
te llevamos a los muertos.

Abre, Rosa, abre los brazos,
alza tus ojos y venos.
Llama aldeas y provincias;
haz en ellas el recuento
¡y se vean las regiones
extendidas en tu pecho!

El anillo de la marcha
nunca, Madre, romperemos
en el aire de la América
ni en el abra de lo Eterno.
Al dormir tu procesión
continúe en nuestro sueño
y al morirnos la sigamos
por los Andes de los Cielos.

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